En esta obra, Alejandro Medina Mora hace suyo el arte del haikú, conservando la estructura clásica de esta forma poética japonesa de tres versos, donde el primero y el tercero son pentasílabos y el segundo heptasílabo. El haikú es con frecuencia un poema refinado, el trazo de una intuición, una iluminación fugaz. Las palabras del poema deben provocar el suspenso del espíritu, la suspensión del tiempo.